Videojuego en las aulas


La normalización del videojuego se encuentra en un estado latente, a punto de salir al mundo y convertirse en una articulación más de nuestro entramado cultural, pero aún hoy, esta no se ha producido y todavía se siguen escuchando noticias narradas desde la más absoluta ignorancia sobre el sector. Sin embargo, como decimos, cada vez está más cerca. Nuestra generación será la primera que ha nacido y crecido con el videojuego y cuando alcancemos la tercera edad, será la primera que haya convivido toda su vida con esta disciplina como compañera, dando un paso más, quizás definitivo, para la normalización.

Aunque tampoco habrá que esperar tanto, puede que existan otros medios para alcanzarla más definitivos por su rasgo democratizador y universal: la implantación en las aulas de la asignatura dedicada a la programación. Es cierto que en esta materia no se adentrarán en el videojuego, pero sí en varios procesos necesarios para su creación, es decir, en aprender a programar y crear de la nada una serie de órdenes que tendrán su plasmación en la pantalla. De esta forma, el alumno, y con él toda su familia, conocerá la importancia y la dificultad de la programación, así como el valor y el esfuerzo que esconde el desarrollo de un videojuego, valorándolo en su justa medida y no solo como una herramienta recreativa para infantes.

Sin embargo, en el sistema educativo español aún se mantienen discusiones en torno a la imposición o no del bilingüismo, mientras que en otros países se debate sobre la implantación de otro idioma: la programación informática. Sin duda no es una idea descabellada, en nuestro día a día las máquinas cada vez tienen más protagonismo y saber “conversar” con ellas deberá ser una obligación para todo aquel que quiera integrarse dentro de una sociedad tecnificada como la que, supuestamente, nos espera.

Por esta misma razón, muchos países, como por ejemplo Gran Bretaña, están comenzando a integrar esta asignatura, la programación, dentro de sus planes didácticos, incluso desde los niveles más bajo del sistema educativo. En España todavía es pronto para hablar sobre su implantación, aunque ya hay comunidades que han comenzado a dar los pasos necesarios para incorporar este conocimiento de futuro en sus esquemas educativos. Y aquí es donde nace el problema, no en que se incorpore a la educación, que nos parece perfectamente justificable, sino en cómo se incorporarán estas nuevas capacidades a la educación secundaria obligatoria.

Nuestro sistema educativo, cada vez más debilitado por los recortes presupuestarios anuales, tendrá progresivamente más problemas para añadir nuevas asignaturas debido a que estas necesitarán más medios y profesionales que las impartan y, en la actualidad, no hay ni lo uno ni lo otro.

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Para suplir esta falta de medios, la comunidad de Madrid, la única que ha comenzado a hacer las gestiones necesarias para impartir esta asignatura de programación, ha diseñado un esquema que permita ofrecer esta materia obviando los recortes presupuestarios: incluirla dentro de la asignatura de Tecnología, en la que se abordarán los contenidos de programación, diseño de páginas web, aplicaciones para móvil y conocimientos de robótica e impresión 3D. No obstante, esta medida, como apuntan algunos sindicatos, parece una estrategia para llamar la atención de los medios y elevar el prestigio de la educación pública en una comunidad que ha sido severamente castigada con recortes presupuestarios.

Esta conclusión a la que llegamos no es producto solo de la inmediatez de la decisión de incorporarla como asignatura obligatoria en la Educación Secundaria Obligatoria, sino que también se debe a la forma de incluirla en la programación de diferentes cursos. El primer problema, ya mencionado anteriormente, es la falta de medios para impartir esta asignatura en todos los centros de la comunidad. La oferta de ordenadores por alumno debería ser mucho mayor que la actual y la existencia de más centros de secundaria tecnológicos debería ser una realidad, actualmente solo existen quince en toda la comunidad. Además, los profesores dedicados a la asignatura de Tecnología no están, en general, preparados para impartir esta materia debido a la especialización y la dificultad que entraña saber programar correctamente, a lo que habría que sumarse la capacidad para saber enseñarla, ya que no es lo mismo conocer algo que saber cómo explicarlo. La preparación de estos profesores para la asignatura de programación debería ser inmediata y ni siquiera ha comenzado.

Por último, de esta intención de establecer la programación como materia obligatoria, se desprende otra reflexión. Se les ha dado vía libre a los centros para que elijan si quieren que la materia sea obligatoria e independiente o sea optativa dentro de Tecnología. Como es lógico, muchos centros, al no contar con los medios necesarios, han decidido encuadrarla dentro de la asignatura optativa de Tecnología y por ende, no desarrollarla al no contar con profesionales de la enseñanza en programación, perdiéndose como lágrimas en la lluvia.

En definitiva, la inclusión de la programación dentro de los institutos tendrá que esperar a que el temporal que comenzó allá por 2008 amaine y vuelva a fluir el capital hacia el sector público, si es que esto llegara a ocurrir de nuevo. Mientras, todas estas medidas no serán más que parches publicitarios de partidos y gobiernos deseosos de ofrecer una imagen de innovación y calidad. De paso, les sirve para esquivar las miradas curiosas que puedan desvelar los verdaderos entresijos de la educación, en franca caída libre y privada de medios para llevar a cabo una labor digna y apropiada. La educación, medio principal, necesario y fundamental para el devenir de una sociedad enferma que necesita ser curada desde su más tierna infancia y adolescencia. Si se hacen bien las cosas, la esencia del videojuego se elevará por encima de su situación actual, ya que no solo el alumno, sino todo el entorno que le rodea conocerá de primera mano la materia prima de la que está hecha el videojuego y sabrá, de este modo, valorarlo y respetarlo como una obra de ingente esfuerzo y dedicación.