Blue Rider: La vieja escuela de los Final Boss


Pocas cosas hay más atractivas en un videojuego como el reto, que en un primer momento perfilamos como un desafío imposible y que, poco a poco, resolvemos gracias al esfuerzo personal y la constancia. Un ejemplo perfecto que resume este componente serían los clásicos Final Boss. Cada vez que nos encontramos con uno, el jugador intenta observar los patrones del duelo, al menos antes de que nos derribe. Las primeras partidas son un experimento de ensayo y error, en el que buscamos los puntos débiles y probamos diferentes estrategias. Con cada enfrentamiento avanzamos un poco más, hasta que damos con la tecla y depuramos la técnica para salir vencedores.

Bajo esta premisa de vieja escuela parte Blue Rider (Ravegan, 2016), título independiente desarrollado por Ravegan, compañía de Córboda, Argentina, con más de diez años de experiencia en el mundillo. Entre su cartera de clientes se encuentran gigantes de peso como son DeNA, Disney Interactive, Playdown, Larian Studios o Zinga, entre otros. Blue Rider es un shoot ‘em up arcade de naves con una vista cenital que puede recordar a juegos exigentes com1942 (Capcom, 1984), pero con un carácter más pausado y estratégico. Montados en una nave azul, que da nombre al título, atravesamos 10 fases bajo una nube de balas y enemigos. Uno de sus puntos fuertes es recuperar el encanto de los jefes finales, obligándonos a repetir, una y otra vez, estas batallas contra robots gigantes mucho más potentes que los enemigos previos.

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Pese a las escasas opciones y escenarios, Blue Rider es todo un desafío. La dificultad es elevada y algunas decisiones de diseño alargan la experiencia de juego. Una de ellas es el tamaño de barra de vida, que no resiste muchos impactos de los enemigos y que pocas veces tenemos la posibilidad de recuperar. Otra es que cada fase termina con un Final Boss y, si nos matan, tendremos que reiniciar el nivel desde el principio. En el campo de batalla, esta necesidad por cuidar la barra de salud nos obliga a ser muy cautos, aislando a los enemigos (que por otra parte son muy resistentes) para no caer en emboscadas llegas de balas. Los power ups mejoran nuestro disparo, que se resume en dos estilos: uno de color azul con unos proyectiles más concentrados; y otro anaranjado que se abre en forma de abanico. Además, contamos con un disparo secundario más potente y finito, que muchas veces guardaremos celosamente hasta el enfrentamiento final.

Cabe destacar su apartado gráfico, con una paleta colorida y unos diseños 3D de robots y naves al estilo Akira Toriyama en Blue Dragon (Mistwalker, 2006) o Kenji Inafume en la serie Mega Man, aunque obviamente con menos detalle y unos escenarios que a veces se hacen repetitivos. El manejo de la nave y el uso de la cámara son correctos, aunque nos hubiese gustado que la cámara estuviese más alejada para aumentar el campo de visión. Con todo, si os gusta el género, se trata de un divertido juego de naves que te pide paciencia y mesura en el campo de batalla.

Blue Rider se encuentra disponible en Steam desde principios de marzo, dónde está cosechando buenas críticas. Os dejamos con su tráiler: