Duelo en la redacción: FIFA 15 vs PES 2015


FIFA 15: Espejo deformante  (Israel Fdez.)

Electronic Arts lleva mucho tiempo, quizá demasiado, seguro de su superioridad técnica. Acuerdos y contratos ninja con decenas de compañías, un Ultimate Team que les otorga enormes beneficios sin quebrarse la cabeza y una cartera de ventas, con lanzamientos rigurosos y demos indulgentes, que les permite maniobrar con la comodidad de un piloto de F1 a varias vueltas de ventaja. Su clientela no recibe sustos más allá del típico bug-gag, ese online que tarda en conectar o ese déjà vu de saberse que cada entrega es prácticamente idéntica a la anterior. Pero ahí sigue, como un reloj atómico y triunfando año tras año.

El fifero mainstream normalmente tiende a dos variables llevadas con frecuencia a su extremo: aquel preocupado por conducir la pelota hasta el fondo de la red lo antes posible, independientemente de la ventaja del equipo, y aquel amante de la estratagema, de la pizarra y las estadísticas veladas en los menús. Y claro, el segundo pronto se topa con una sartenada de tics y limitaciones tecnológicas, de vicios de los que el rival abusa y del «esto es lo que hay», cayendo al final en las mismas trampas que el primer tipo de jugador, el típico especulador de cromos que ya peina canas y se ríe de un quinceañero italiano mientras su señora acuesta a los niños, y ponte el headset que ya están dormidos. Conviene señalar, no obstante, que FIFA 15 es un excelente videojuego de fútbol, no tanto un simulador.

Es curioso observar como la prensa ha castigado quizá en exceso esta última iteración. De FIFA 13 a FIFA 14 no se esperaban grandes cambios, apelando a que EA Canadá tendría todo listo con su flamante Ignite Engine, el motor gráfico de los poros en la cara, justo al lanzamiento de FIFA 15. Evidentemente, esta nueva entrega no esconde nada de revolucionario, y contemplar esas “más de 600 nuevas animaciones” es tarea de gente con paciencia y tiempo libre. Pero también conviene señalar que FIFA 15 sí ha dado un salto respecto a FIFA 14 y, sobre todo, uno mayor respecto a sus dos anteriores entregas. Juzgado desde la versión de Xbox One y partiendo de que la anterior entrega me vino adjunta como código descargable con la compra de la consola, se percibe el tiempo de desarrollo adicional sobre la plataforma. Sí se aprecia más fluidez en el campo, mayor detalle en el césped, celebraciones con unos brazos y manos que ya se escapan de lo ortopédico para arrimarse a lo orgánico. Con la única ausencia de la liga brasileña y algunos equipos de la argentina, FIFA 15 es tremendamente completo en cuanto a campeonatos: una enciclopedia del fútbol con más opciones de las que nunca vas a usar. Un menú desplegable conduce a otro submenú que ¡sorpresa! incluye un granado repositorio de ideas viejas y otras nuevas. Quizá volver al display estilo Windows 8 no sea la opción más creativa ni funcional, pero estéticamente se mantiene sólido, siempre un paso por delante de su rival.

Y en ese ir un paso adelante, haciendo sombra a la competencia, es donde muere el videojuego. En FIFA 15 lo habitual es escuchar una treintena de canciones (hasta 46 en este caso) que nos sitúen a la moda de las corrientes actuales, lo normal es oír comentarios acertadísimos y bien encajados, con largas cadenas de datos entre los jugadores más populares –aunque en su versión anglosajona, con tres eminencias como son Andy Townsend, Alan Smith y Martin Tyler, la ventaja es evidente–. Electronic Arts se sabe tan triunfal sobre todas las partes que componen su juego que ya dejó hace años de plantearse permutas, que no correcciones. Es decir, se recurre a la frase «da igual que lleves diez años sin jugar a FIFA, en apenas unos minutos habrás engrasado las mecánicas», y se entiende que esto es algo bueno, cuando en realidad debería preocuparnos. El Audi A4 del 96 no se conduce ni remotamente como el de 2013. Ya no se trata de hablar de personalidad, estamos ante un producto plano que no comunica nada nuevo desde hace una década, su target se ha convertido en el ficticio pueblo de Hogewey. ¿Nadie sueña con una alternativa? ¿O simplemente es miedo ante algo peor, un que-me-quede-como-estoy?

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Vayamos a los datos, la semántica y la mitología para comentaristas profesionales: en los partidos en red, bien con nuestro equipo, bien jugando a diferentes competiciones aleatorias, ya no nos mandan al menú de selección tras cada ronda, ahorrándonos unos segundos y agilizando la selección de plantillas. Sobre el campo, podemos preseleccionar los tiradores en faltas, córners o penaltis y el planteamiento de jugadas ensayadas o estrategias con dobles o triples tiradores se ejecuta con una simple pulsación de cruceta. Cuanto toca un saque de banda o una falta, normalmente no se detiene el juego abusando de cinemáticas, sino que se acerca hacia una retransmisión más rítmica y consonante, pudiendo elegir el receptor con el stick derecho: si jugamos en manual, debemos afinar la puntería y la intensidad de los saques, en automático el receptor se aproximará a la bola y viceversa. En general, el ADN del juego se mantiene inalterado, apelando siempre a respetar el esqueleto original y añadirle capas y capas de pintura. Mientras los cánticos y modelados del público son más realistas que nunca, con grabaciones de campo verdaderamente asombrosas –he llegado a oír todo tipo de insultos–, el deterioro del césped y los charcos ambientan fenomenalmente pese a ser meros elementos estéticos, la peor parte se la siguen llevando los porteros, que igual se clavan haciendo cantadas de espectáculo, que se te abalanzan a riesgo de provocar una falta.

En lo mecánico, hay algo que se disfruta, una idea implementada a raíz del genialérrimo Fight Night Champion: el uso del stick derecho para controles de pie, con giros de 360º, filigranas ayudadas del gatillo izquierdo, y la creación, muchas veces accidental, de pases mágicos dignos de los grandes jugones. El timing, por otro lado, recuerda al de FIFA 13, con un control ágil y rápido, demasiado rápido para mi gusto, pero tolerando la estrategia del jugador que abusa de pase al hueco, del control impreciso. 47 selecciones nacionales heredadas directamente de 2014 FIFA World Cup, 41 estadios imitando sus homólogos reales, más de 25 ligas (mi forma de juego favorita junto con el manager con un centrocampista), todos los números señalan directamente hacia el éxito, al juego prolongado, solo o con colegas; pero en su buen hacer, siempre queda un poso de oquedad, permítanme el oxímoron, una sensación de juego sin alma, sin la personalidad de antaño. Eso, evidentemente, es algo intangible y muy difícil de encontrar, pero debería ser su siguiente paso hacia la excelencia, si es que quieren alcanzarla y no seguir remando en la comodidad del éxito asegurado.

Si algo ha demostrado esta industria, es que ni EA Sports ni nadie son inmortales. Simplemente hay que comparar NBA 2K15 con NBA LIVE 15 para certificar la titánica labor de Visual Concepts, hoy por hoy imbatibles en simular el circo interno y externo del baloncesto. Quizá el fútbol está desprovisto de esa esencia mágica que rodea al espectáculo, ese detrás de las cámaras mediático, pero apuntaría directamente hacia ese atributo más propio del carácter y menos de los parámetros insulsos amontonados bajo menús. Sería una idiotez criticar un juego tan bien presentado, compacto y seguro de sí mismo; habrá quien pida más zapatillas, más equipaciones o más modos de juego –algunos todavía lloran aquellas pachangas de fútbol sala en pabellones acristalados–, pero yo no. He disfrutado elevando a chavales nigerianos con peinados que yo mismo he canjeado hasta lo más alto de las competiciones europeas, he creado equipos con 100% de química que han arrebatado ligas en el último partido, he disputado finales con los comentarios muteados, con el simple griterío de las gradas y la lluvia de diciembre. Y ya es una cuestión personal: a Electronic Arts solo le puedo pedir una cosa para que su juego sea perfecto: que deje de comparar su superioridad con el rival cercano para deformar la imagen reflejada y se centre en revisar el espíritu del fútbol, desde sus tripas. Siendo número uno durante seis semanas en UK, desde el día de lanzamiento, camino a superar las estadísticas de sus predecesores (con una media de quince millones de copias), creo que ya pueden considerar algunos riesgos.

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PES 2015: Who’s the Daddy? (Horacio Maseda)

Hablar de fútbol es hablar de la pasión de sus aficionados. Sin ese sentimiento colectivo que genera en los espectadores, este deporte no pasaría de ser otro pasatiempo más y no produciría el volumen de negocio que genera en la actualidad. Precisamente, el mayor logro que ha conseguido Konami con PES es apropiarse de ese mismo sentimiento, la pasión, una asociación de ideas que ha buscado desde los mismos inicios de la saga. Empezando por ese “germen” que supuso el Internacional Super Star Soccer Deluxe de Super Nintendo y sin salirse de esa misma trazada en el verdadero nacimiento de la franquicia en Europa allá por 2001, la desarrolladora japonesa se ha cuidado mucho de asociar su fútbol a un eslogan que apelase a esa pasión que los aficionados profesan por este deporte. Ahí está el We Love Soccer del 95 o el We are a Footbal Tribe de Pro Evolution Soccer que servían de cierre en las introducciones. Incluso el PES original mandaba recados envenenados, ¿recuerdan ese Who’s the Daddy? impreso en una imagen congelada con Emile Heskey apunto de enchufarla para adentro? Una expresión retórica con la que Konami parecía jactarse de su dominio ante la competencia.

PES se inclinaba por el lado romántico del fútbol, con intros que glorificaban a los antiguos astros del balón, pero que, sobre todo, centraban su mirada en el aficionado de a pie. Tan pronto se rememoraba de forma sutil el gol de Maradona a Inglaterra en México 86, como se detenía en la curiosidad de un niño que observaba detrás de un muro el entrenamiento de la selección de Japón. PES aludía a los sueños de infancia y se instalaba en la pureza del propio deporte, obviando esa parte moderna y mercantil llena de flashes y divas que otros se esforzaban por destacar. En PES 3, posiblemente el mayor salto técnico y jugable que ha experimentado esta IP desde que es IP, la introducción apuntaba hacia el sufrimiento del aficionado y el ciclo infinito que va desde el fracaso hasta la victoria. La filosofía PES era eso, un juego que obligaba a esforzarse para recoger los frutos, algo menos arcade que la competencia, pero también algo más divertido y gratificante. Konami apelaba, como el fútbol, al aficionado, es decir, al jugador. Ese es el mayor hito de esta saga.

¿Qué ha sucedido de un tiempo a esta parte? El enamoramiento se ha ido evaporando sin prisa, pero sin pausa. Con la misma parsimonia y contundencia que nos desenamoramos de la pareja y se convierte en una relación en la que solo queda ese amor incondicional y tozudo. PES atravesó un desierto árido en la pasada generación y transformó nuestro sentimiento en otro tipo de pasión similar a la que vemos en Semana Santa. Aunque no estoy de acuerdo con que todo fue tan desastroso como se cuenta, lo cierto es que la saga perdió un poco el norte, envejeció mal, algo así como ese Sonic poligonal que no encontró nunca su sitio entre las tres dimensiones. La tecnología no se supo adaptar y, cuando por fin lo hizo, irónicamente esta no se supo adaptar a las mecánicas. PES se convirtió en un amigo de Erasmus que no terminaba de volver del todo y aquí estamos, esperando y esperando a que se abra la puerta y aparezca.

¿Qué esperamos realmente? Lo cierto es que llevábamos tanto tiempo huérfanos de Pro, que ya no nos vale comparar esta edición con la pasada. Ni siquiera con la competencia, aunque al verdadero fan de PES nunca le importó mucho lo que se hacía en la otra acera. Lo que nos pone de verdad es saber si PES 2015 es un PES 6 de nueva generación. De hecho, desde Konami han destapado la caja del marketing en esa dirección, en una vuelta a los orígenes de la saga.  La prensa especializada lo ha secundado con sus análisis y si ustedes me preguntasen si eso es verdad… la respuesta sería no, pero un no con matices.

La simulación moderna en fútbol camina hacia otra dirección, es decir, PES 2015 no es que no se parezca a la sexta edición porque no puede, sino porque no lo busca del todo. En la actualidad, la tecnología tiene en cuenta muchas más variables e intenta recrear el deporte de una forma más fiel de lo que se podía conseguir hace ocho años. Es por esto que hoy se ha abandonado el ritmo frenético y directo de antaño. La respuesta en los controles tampoco es tan inmediata, pero es que además no puede serlo si, como digo, ahora el hardware debe respetar la morfología de los jugadores y replicar la misma plasticidad con la que se mueven por el césped.

Las dos preguntas que deberíamos hacernos ante cualquier simulador actual serían: una, ¿lo que vemos en pantalla se parece al deporte que simula?,  y dos, ¿a pesar de eso es divertido? El jugador de PES debe en primer lugar dejar de soñar con el pasado y volver a aprender a jugar con esta nueva generación de simuladores. ¿Qué esperaban? Hemos sido nosotros, los jugadores, los que hemos pedido a gritos una evolución cada vez más real y ahora toca adaptarse. No me echen a los leones todavía, nadie está diciendo que PES 3 o PES 6 hayan dejado de ser un buen juego o que ya no sean divertidos, solo que quizá ambas etapas no se pueden comparar, ni encarar de la misma manera.

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Al grano. En PES 2015 ya no se defiende igual que antes y el cambio es para mejor. Ahora la presión constante no sirve, todo lo contrario, ese comportamiento es el primer síntoma de un mal jugador. Es lógico, como en el fútbol, esta acción hay que intercalarla con fases aguantando la posición y cubriendo los huecos. Los jugadores ya no persiguen el balón como pollos sin cabeza, ahora funcionan dentro de un orden delimitado por el sistema de juego. En esta edición vemos las marcas más claras y si no pasamos por ese aro en el que prima el colectivo, seremos un compañero torpe para la IA amiga. Desde la salida de PES 2015, escucho (o más bien leo) muchas quejas hacia la IA de nuestro equipo. Es cierto que la CPU falla en ocasiones, a veces de forma un poco cómica, no es perfecta, pero casi siempre se comporta como debería: basculando bien y realizando la cobertura en defensa; apoyándonos, desdoblándose y lanzando desmarques de ruptura, entre otras acciones, en ataque. Todo sin engorrosas instrucciones, de forma automática y casi obligándonos a prestar mayor atención que de costumbre a este tipo de movimientos. En este sentido, veo mucha crítica injusta hacia la IA que nos acompaña y, en cambio, ninguna de ella hacia nosotros, ay si las CPU hablasen…

Si me hubiesen preguntado hace años qué mejora hubiese implementado en PES, sin duda diría el poder adaptar mi sistema a las diferentes fases de un partido. Pues bien, en PES 2015 podemos. ¿Cómo? Con una innovación tan simple que hasta parece estúpido comentarlo. Ahora podemos preseleccionar un sistema para cuando tenemos el balón y otro para cuando lo tiene el rival. Un 4-2-3-1 estándar se puede convertir en un 4-5-1 replegado. No sólo sirve para ocupar los espacios de una forma más lógica y adecuada, sino que repercute en las propias mecánicas de defensa y ataque. La CPU también utiliza esta implementación y, como consecuencia, PES 2015 requiere de mucha más elaboración en el inicio y nos obliga a buscar más amplitud para conseguir progresar. En resumen, fútbol, permite jugar al fútbol y abandonar los correcalles, al menos hasta que no aparece el cansancio de los jugadores. Por cierto, el agotamiento, mucho más evidente este año, es otra razón más para soltar el botón de correr o el de la presión.

Las flechas de toda la vida, esas moradas y azules que “embajonan” o verdes, amarillas y rojas, son ahora mucho más importantes. Un consejo: si de verdad quieren rememorar viejos tiempos con un amigo, jueguen un amistoso con todas las flechas en rojo y suban un punto la velocidad en las opciones. Voilà: PES 6 HD.

¿Qué debería mejorar? En muchos aspectos de chapa y pintura. Uno puede ser el motor de colisiones, aunque el de este año no eche a perder la experiencia global; otra, la respuesta del portero en determinadas acciones. Poco más. Como ven, nada que sea grave, ni imposible de solucionar dentro de un año. El resto de detalles: la hierba, las caras, la peña de las gradas… sí, cuanto más real mejor, pero, seamos serios, no podemos pedirle a un juego de fútbol el mismo detalle que vemos en NBA 2K15, con muchos menos equipos y jugadores que recrear al detalle, un escenario más pequeño y menos complejo que un campo de fútbol y un deporte con muchas menos variables e imprevistos que en el fútbol.

En fin, ya ven que no les hablé de modos de juego o licencias, pero les resumo: prácticamente igual que en los últimos 13 años. Tampoco he comentado el juego online, pero qué esperan de un dinosaurio que ni siquiera es capaz de abandonar la cruceta. Lo siento, puede que para ustedes estos detalles marquen la diferencia. Lo respeto. Pero si eso no les importa y su imaginación rellena las escasas licencias; si se la trae al pairo que los estadios se repitan como el ajo, que los comentarios vayan a destiempo o que el público parezca un juego indie ochobitero; sepan ustedes que en todo lo demás es un buen juego y mejor que lo que hay en otras veredas. En fin, que PES ha vuelto.